La Rábida. De lo más pequeño a lo más grande.

Entrar en un lugar donde sabemos que ha pasado un hecho histórico siempre nos produce una extraña sensación. Pasa al entrar en Catedrales e imaginar una coronación, al ver un paisaje donde ocurrió una batalla o al admirar una construcción que ha marcado una época.

Se deja volar la imaginación y se mezclan, nerviosismo, admiración y a veces incredulidad ante lo que estamos viendo.
 



Pero todos esos sentimientos son aun mayores cuando entramos en un sitio donde sabemos que ha pasado algo importantísimo, y este lugar es de pequeñas proporciones.


Estamos donde han estado, nos imaginamos a los personajes y vemos lo que ellos vieron mucho tiempo atrás.


Esto ocurre cuando estamos en el Monasterio de la Rábida. Cuando entramos en la pequeña habitación donde Colón, desanimado tras las negativas que había encontrado por las cortes europeas, contó su increíble idea a otro magnífico iluminado, el “fraile astrónomo” Fray Antonio de Marchena que a su vez convenció al antiguo “Contador Real”, para que lo pusiera en contacto con la reina.


Pasear por los lugares donde comían, y entrar en habitaciones donde sabemos que paso largo tiempo meditando y soñando con lo que después sería una de las mayores epopeyas de la historia, te hace pensar como a veces acontecimientos increíbles empezaron en un humilde lugar.



Te sorprendes paseando por el patio en el que tanta veces jugó con su hijo Diego, al que los frailes llamaban el “Niñico” y que vivió en el monasterio durante 6 años, admiras la Virgen (del s. XIII)  ante la que rezó antes de partir, y te da el mismo sol que hace 500 años le sirvió de inspiración.

Y sabes que es verdad, estás totalmente seguro.


Hay muchísimas leyendas sobra su vida, desde que no sabemos con total certeza donde nació, la base para su extraordinario viaje, e incluso por increíble que parezca tampoco estamos totalmente seguros de donde está enterrado. Pero en el Monasterio no hay dudas. Ahí empezó todo.


Está claro que hay personajes que nacen con la estrella del misterio  y este es uno, si no el que mas, de ellos.


El Monasterio de La Rábida, “Ribat” o “Rábita” almohade, se construye a finales del S. XIV, como un pequeño convento franciscano, sobre una construcción árabe.
Junto a él se construyó una hospedería dedicada a la acogida de marineros en apuros. Lugar al que llegaría Colón, ya que como después dejaría escrito en sus Memoriales de Agravios, “Siete años anduve penando por Castilla…de nadie hallé favor, después de aquel Dios Eterno, que de Fray Antonio de Marchena”.


Cuando Colón llega al Monasterio está en una de sus peores circunstancias. Tras pasar por Inglaterra y Portugal, donde sus planes fueron totalmente descartados, acude a La Rábida ya que había oído hablar en las Canarias la existencia de un fraile con gran afición a la astronomía.


A través de él conoció al confesor de la Reina, y bueno luego ya sabemos la historia.
Actualmente el Monasterio de La Rábida está totalmente restaurado, y podemos observar testimonios de su azarosa vida, desde construcciones árabes, construcciones góticas, reconstrucciones debido a los estragos del terremoto de Lisboa, o las más actuales pinturas cubistas al fresco que pintó Daniel Vázquez Díaz en 1.930.


Hay muchos lugares en Andalucía relacionados con Colón, su tumba, la de su hijo, El puerto de Palos, o las replicas de las carabelas junto al monasterio, y tanto otros lugares que como este nos harán soñar de manera especial.


Quizás en ellos tú imagines viajes que pronto harás, empezando por Andalucía, un lugar con muchos rincones por descubrir.




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