Decía un poeta árabe que el Cielo es un cenador plagado de Jazmines.
Muchas cosas unen a los pueblos del Mediterráneo, una historia común, sus paisajes y como no, sus aromas y olores, y junto al olor, las flores. De ellas el jazmín, junto al azahar o los geranios, es posiblemente una de las flores que mas se identifican con Andalucía.
Maravillosas perlas blancas que encontramos en todos los patios y jardines y que son sin duda una seña de identidad del Mediterráneo. No hay jardín que no se precie de tener uno. Es la sensualidad del sur, lo que une a Europa y Oriente.
El aroma de los jazmines en los atardeceres andaluces da la réplica al del Azahar en la primavera, olores únicos para una tierra única.
Si es famoso y utilizado en toda Andalucía todavía es más recurrente en una ciudad, Málaga, donde el jazmín está más que presente, desde el premio de su festival de cine a motivo de estatuas y donde ha llegado a una de los más elaboradas formas de lucirlos, La Biznaga, una flor de flores.
Las Biznagas son ramilletes de jazmines que tras una laboriosa manipulación son ensartados en una flor seca (la de la zanahoria silvestre normalmente) que se ha recolectado mucho antes, en la primavera, y a la que tras ser secada se le quitan las hojas y ramas que sobran dejando solo una estructura en forma de sombrilla.
Por las tardes, en los meses de verano, se recogen los jazmines, cuando aún están cerrados, esto hace que sea más fácil su manipulación e introducirlos en las pequeñas ramitas seca.
Y unas horas más tarde, llega la magia. Como si se hubieran unido formando una nueva flor, se abren los jazmines inundando con su aroma la noche andaluza.
Es normal ver a los biznagueros vendiendo sus biznagas como si el tiempo no hubiera pasado, mil años vendiendo biznagas al pie de la alcazaba.
Y aun más curioso es ver como las llevan, clavadas en un hoja de chumbera (penca), a la que han quitado las espinas, paseando docenas de biznagas, en una bella bandeja natural y dejando a su paso un increíble e hipnótico olor.
Biznagas que pasaran a adornar a alguna mujer, raramente algún hombre y acabaran en una habitación cumpliendo con una de sus últimas misiones, evitar la presencia de mosquitos.
Bella y efímera, ya que solo puede existir en verano, la biznaga nos lleva a otros tiempos, tiempos más lentos y de aprecio por lo bello que aún hoy perduran en Andalucía.
Ya sólo quedan algunos días para que acabe el verano y sigamos disfrutando de las biznagas, pero el año que viene volveremos a escuchar a los biznagueros cantando su letanía por las calles de Málaga “vendo olor, vendo olor”.